De salarios públicos y otros demonios
Greivin Hernández GonzálezEscuela Economía UNA
Este principio me quedó claro cuando inicié mi práctica laboral en el sector privado. Recuerdo cómo me cuestionaba por qué uno de mis compañeros de trabajo que desempeñaba la misma función, ganaba más del doble. Me quedó claro cuando me enteré que además de atender clientes en inglés y español, contactaba otros en alemán, francés, italiano y “portuñol”.
El reciente debate sobre el nivel de salarios en algunas empresas e instituciones del sector público está sumamente politizado, y carece de análisis científico, no solo por los horrores estadísticos cometidos al comparar extremos con promedios, sino por no estar acompañado de un análisis de calificación profesional ni socioeconómico.
El sector público costarricense parte de la premisa que conforme se acumulan años de trabajo también crece el conocimiento, la experiencia, y con ellos la productividad. Luego de años de trabajo en diversas instituciones públicas, he podido constatar la premisa.
Recuerdo que en una ocasión tuvimos que realizar una tarea nueva en equipo. Los economistas requeríamos apoyarnos en ingenieros que conocieran todas las centrales telefónicas del país, los enlaces de transmisión, las tecnologías de transporte (electrónico, binario y óptico) y las de comunicación (analógico y binario). Todo esto lo encontramos en una sola persona que había trabajado muchos años en la institución, y que había sido capacitado y formado con profesionalismo. Nos sorprendió, eso sí, saber que esta persona fuese un técnico, y que en ese momento fue capaz de aportar más que los ingenieros que contactamos (jóvenes, algunos con posgrados).
Vale decir, además, que este técnico tenía un salario muy alto, pero que cuando años más tarde ocupamos realizar la misma tarea y ya no nos pudo ayudar (se había pensionado), demostró que lo valía.
El salario tiene además un componente social: cada país define cuál es la profesión que desea incentivar. Por ejemplo, según la OCDE, Finlandia tiene la mejor educación del mundo, esto es así en parte porque los maestros están dentro del grupo de funcionarios públicos con mejor salario. En los EE. UU. operan nueve de las diez mejores universidades del mundo, no en vano los profesores universitarios son los burócratas mejor pagados del país.
Por supuesto que también conozco funcionarios que ganan bien y cuyo conocimiento y aporte es cuestionable; sin embargo, es un error valorar a todos de la misma forma, sea esta buena o mala.
El gran pecado de las remuneraciones del sector público costarricense es la carencia de evaluación de desempeño más que su nivel. Pensar que reduciendo los salarios se van a obtener mejores servicios públicos es ignorar que existen “curas” que son peores que la enfermedad, como dicen los anglosajones you get what you pay for.