Entre repugnancias

Hermann Güendel
hermann.guendel.angulo@una.cr

Lo artificial es lo más cercano que tenemos a alguna naturaleza. No somos sino artificio  comunitario através del transcurrir de nuestros tiempos.  Somos huérfanos de intención o significado.  Nuestra vida acontece tan solo con la intensidad vertiginosa de la danza del cuerpo. Nos asignamos entonces un alma, un estatus metafísico, y con ella la posición sobre la realidad que la autoconciencia dicta. Somos creadores de mundos. Significadores de realidades. Vivida diariamente através de la embriaguez del cuerpo, su intensidad transcurre entre experiencias, unas  afortunadas otras, que permanecen en nosotros como vivencias imborrables.

Más, aun lo que nos es diario nos convulsiona con incertidumbres. Descubrimos en ello el esperanzado refugio de la sublime presencia que consuela. Ella, hablando nuestra propia lengua, provoca con el tiempo el nacimiento en el alma de la imagen de un dios que oculta a Dios.  La verdad preservada por la mater et magistra  nos condena. No fue sino hasta que por la cruz y la espada nos engendraron vergüenzas y remordimientos que el  goce de la vida y la pasión del placer se transformaron en pecado. De tal vitalicidio surgió un régimen cultural el de la cristiandad latinoamericana. Hoy el curso de los tiempos nos ha urgido a cambiar esa época por otro periodo civilizatorio, el del estado laico. Europa lo discutió hace más de trescientos años; nosotros, apenas lo mencionamos con pudor.  En el fondo  respondemos aún a nudos arcaicos que nos obligan a murmurar contra el otro esperando el castigo que  merece según la devota censura cristiana. Esa moralidad perversa es una de las condiciones de nuestra conducta.  Por ello el estado laico nos es conductualmente imposible. En nuestro día a día vivimos reproduciendo significados identitarios y sentidos conductuales que se han configurado para provocar un tipo de actividad humana coherente con el bloque histórico que constituye nuestra realidad social. En cada época histórica la identidad humana es síntesis de múltiples determinaciones generadas con la intención de convertirnos en seres civilizados.

Através de esas determinaciones complejas nos enfrentamos a nuestra existencia, la del otro y  a lo que nos es otro. Se crean con ello fronteras identitarias y cierres simbólicos de convivencia y percepción. Su dinámica experiencial  engendra regímenes de exclusión en los que se reproducen las condiciones a las que responde la murmuración contra el próximo que consigna en la piadosa actitud devota del catolicismo colonial. Esas condiciones provocan entonces, no una doble moral; sino una conductualización represiva  que excluye lo que no pueden aplastar. El costarricense enfrentan su diario transcurrir entre condenaciones, deseos de castigo y exclusiones. La moral del tico es una reproducción cotidiana de la actitud moral católica colonial tradicional de viejo cuño.

La conciencia se desgarra entonces entre repugnancias. Pretende disimular lo otro y al otro. Impostura un gesto cabizbajo que corporaliza su profundo deseo de reprimir lo diferente. A fin de cuentas, su identidad da lugar a la forma en cómo lleva su existencia.  Ante ello, toda la alegría que resta a los que estamos condenados por la murmuración censurante se resume en estar en el mismo bar con las mismas golfas.

Filósofo.  Escuela de Filosofía - UNA

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    Setiembre 2018 - Año XXXI N° 301

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