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Entre líneas Urge una nueva escuela 
No se discute que la educación costarricense merece tarjeta roja, que no sirve, que hay que enterrarla porque destruye sueños, mata ilusiones y crea ciudadanos apáticos, acríticos y consumistas. Las declaraciones de estudiantes, padres de familia, maestras, profesores, especialistas, medios de comunicación y encuestas lo confirman. Unos pocos lo niegan, o por ignorancia, o porque les conviene, porque tal como está la educación perpetúa sus intereses y valores. Hay que dar el paso, y no quedarse en lamentos y críticas, y crear un nuevo sistema educativo, que sea humanista, democrático, que ilusione a los jóvenes, que crea en los estudiantes, y que fomente la conciencia crítica, la solidaridad, la creatividad y la participación. Se trata de enterrar la escuela de mercado, la educación neoliberal, que tantas víctimas ha causado; la escuela que sobrevalora el saber instrumental y los números, ajena a la realidad, transmisiva, memorística, no creativa ni investigadora; que ignora los sentimientos, los sueños y las ilusiones de los estudiantes. La nueva escuela debe dar poder al estudiante y priorizar la criticidad sobre lo técnico; estimular la creación y práctica de valores, crear una sociedad más justa, defendiendo la equidad en la distribución de bienes económicos, sociales y culturales; una escuela que permita dudar y repensar el entorno; ser un espacio donde se aprenda a ser ciudadanos creativos, críticos y participativos, que construyen la democracia; que estimula el trabajo en equipo, que educa la autoestima y las emociones, que prepara a los estudiantes en nuevas tecnologías con sentido crítico; en fin, una escuela con profesores apasionados, convencidos de lo que hacen, que provocan el asombro en sus estudiantes cuando enseñan. Hay que pasar de la escuela de mercado a la escuela de la solidaridad y de la esperanza, que agrega al conocimiento de los contenidos, los valores individuales y sociales como fundamento para el cambio. Este nuevo tipo de educación no puede ser creado por los mercaderes de la democracia y de la política; los que van a ser realidad y dar vida a este nuevo sistema educativo tienen que ser personas diferentes, apasionadas, que creen en el cambio, el amor, la solidaridad y la esperanza. Este cambio revolucionario no puede estar solo en manos del Ministerio de Educación, ni del Consejo Superior de Educación. Además deben participar las organizaciones estudiantiles y de profesores, representantes de padres de familia, facultades de educación de las universidades y expertos Sabemos del esfuerzo de varios sectores que trabajan ya por realizar un nuevo proyecto educativo, que desde una posición de ruptura con el sistema de evaluación tradicional, generan nuevos contenidos, objetivos y metodologías, donde la creatividad, la imaginación y el pensamiento divergente ayudan a formar individuos que aplican de manera original el conocimiento. Esa educación que deseamos es posible, urgente y necesaria. |
 
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