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Reinas de la miel

Víctor J. Barrantes C./ CAMPUS



Yolanda Moreira y Jeanneth Angulo, presidenta y secretaria, respectivamente, de ASOMUPROSGA, asegura que a un año de haberse fundado, la producción es aún mejor de lo previsto. Pero el propósito es alcanzar el mercado nacional.
Pueden detectar la presencia de insectos nocivos con una simple observación, conocen con propiedad las enfermedades más peligrosas, saben cuáles son los cuidados que requiere la reina. En fin, el tiempo y la capacitación las ha ido convirtiendo en expertas del tema.

Son las integrantes de la Asociación de Mujeres Productoras de San Gabriel de Turrubares (ASOMUPROSGA), un grupo de amas de casa, en su mayoría, que ha encontrado en la producción de miel de abeja la alternativa para generar ingresos a sus familias.

Gracias a la transferencia tecnológica en el manejo de colmenas por parte del Centro de Investigaciones Apícolas Tropicales de la Universidad Nacional (CINAT-UNA), este grupo de mujeres, junto a otros de la región central sur de Costa Rica (cantones de Puriscal y Turrubares) han recibido los insumos para emprender este proyecto productivo.

El proyecto, denominado Desarrollo de una apicultura sostenible, con perspectiva de género en la Región Central Sur de Costa Rica, beneficia a once asociaciones, a las que además se les ofrece capacitación en diferentes áreas. Se busca de esa forma, contribuir a que los pequeños apicultores incrementen la producción y comercialización de sus productos y mejoren sus condiciones de vida, dentro de un marco de equidad de género.

Rafael Ángel Calderón Fallas, coordinador del proyecto, asegura que la apicultura es una actividad de gran importancia económica y ecológica para el país, especialmente en las zonas rurales, donde ya beneficia a varios pequeños productores. "Además del trabajo formal de investigación", manifiesta Calderón Fallas, "buscamos tener un impacto en los grupos sociales más deprimidos y este (el de San Gabriel de Turrubares), es un buen ejemplo, por las condiciones de pobreza y falta de empleo".

El proyecto lo financia la fundación FUNDECOOPERACIÓN y el CINAT-UNA lo ejecuta con la cooperación del Ministerio de Agricultura y Ganadería (MAG) y el Instituto Nacional de Aprendizaje (INA). Los recursos fueron donados por el gobierno civil de los Países Bajos (Holanda), tras convocar a un concurso entre proyectos en varios países.

Una de las condiciones para financiar el proyecto fue la de tener un componente de género, que fuera sostenible y que los aportes se hicieran en materiales, entrenamiento y transferencia de conocimientos, pero no en dinero. Fernando Ramírez, otro de los encargados del proyecto, realiza visitas periódicas técnicas y de supervisión, para evaluar los avances de cada asociación y brindar asesoría a los grupos.

A las asociaciones se les equipó con materiales como ahumadores, espátulas, equipo de protección y otros. Al final, cada grupo deberá rendir cuentas al programa y al donante sobre su uso sostenible.

El proyecto se inició en octubre del 2003 con 11 grupos, de los cuales cinco no tenían ningún tipo de experiencia de producción apícola. Paulatinamente se les irá capacitando en siete áreas: manejo de colmenas, administración apícola, comercialización de productos apícola, patología (control integrado del ácaro o parásito llamado varroa), producción de abejas reinas mejoradas, polinización (aplicación de técnicas para la conservación y reproducción de plantas melíferas), control de plagas, enfermedades, y alimentación. Sobre cada tema se publicará un folleto, conforme se desarrollen los talleres de capacitación.

Una ventaja adicional que ofrece esta iniciativa es que al desarrollarse cerca del Parque Nacional Carara, donde hay mucha flor, la abeja contribuirá a la polinización de especies arbóreas y de paso a la regeneración del bosque. Así, también se estaría favoreciendo la reforestación de especies melíferas.

Mujeres reinas

Atendiendo la recomendación de FUNDECOOPERACIÓN, de darle un enfoque de género al proyecto, fue como 10 mujeres se agruparon para integrar la ASOMUPROSGA. En la actualidad su apiario es de 43 colmenas, pero ante la recomendación de no crear núcleos mayores de 25, hacen esfuerzos para crear otros dentro de la comunidad.

Por lo pronto los resultados han sido positivos, asegura Yolanda Moreira, presidenta de la agrupación, pues a un año de haberse fundado, la producción sobrepasa los límites que se habían fijado. Pero el gran reto es mejorar la comercialización del producto y más a futuro, hacer ver al consumidor la diferencia que existe entre un producto puro y sin adulteraciones, como el que ellas producen, frente a los que generalmente se encuentran en el mercado, a precios muy inferiores.

El objetivo último del programa es que cada asociación llegue a ser autosuficiente y que con el paso del tiempo exploten otros productos de la colmena como miel cremada, miel con panal, miel con eucalipto, miel con jalea real, polen y miel con propóleo.

Campo para la miel

Según los expertos del CINAT-UNA Costa Rica es un típico consumidor de miel. Lo confirma el hecho de que la producción nacional no abastece el mercado interno. Nuestro país importa miel de diferentes países. Esto le abre espacios a grupos como el de San Gabriel de Turrubares, que buscan abrirse espacio en el mercado interno. De hecho, una de las sugerencias de los expertos es que a futuro las asociaciones de la región conformen una cooperativa para comercializar sus excedentes en forma grupal y buscar diferentes estrategias de comercialización, como crear una marca común.

Las propuestas cobran sentido ahora que la miel tiene un buen precio internacional. Además, la miel sin adulterar tiene la ventaja de perdurar hasta por dos años.

En ese sentido, el CINAT-UNA, con su laboratorio de análisis químico realizaría una labor complementaria, pues estará en capacidad de realizar análisis de mieles tanto nacionales como importadas para determinar si están adulteradas o contienen antibióticas y pesticidas.

En relación con la apertura del mercado para la miel, prevista por el Tratado de Libre Comercio (TLC), Calderón Fallas es enfático al señalar que dicho tratado no tiene porqué ser una amenaza, considerando que "nuestra tiene propiedades únicas que hay que explotar".



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CAMPUS Setiembre 2004 - Año XVI N° 150
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