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Psicopedagogía ecológica

Aulas demandan responsabilidad compartida

Oscar Lépiz V / CAMPUS



En este país el curriculo lo definen las editoriales y se enseña lo que dicen los libros de texto, destacó Sonia Abarca.
Los educadores hacen muchas cosas en el salón de clases que fomentan la exclusión social y que coadyuvan a la enajenación, perpetuando la inequidad por medio de prácticas pedagógicas poco emancipadoras, pero también pueden fomentar espacios para el empoderamiento de los menos afortunados, la clarificación de valores, la duda, la sospecha ideológica y la construcción de nuevas comprensiones de la realidad y de la historia.

“Sería una pérdida de tiempo hablar de enseñanza-aprendizaje, si no se analizan todos los elementos que rodean este proceso. Un buen educador debe preguntarse, ¿cuál es la lectura social que estoy haciendo, y cómo ayudan los contenidos que comparto con los estudiantes a una lectura crítica de la sociedad?” Esa fue la recomendación de la psico-pedagoga Sonia Abarca en una actividad académica organizada por la Maestría y la Escuela de Historia de la Universidad Nacional (UNA), relacionada con psicopedagogía ecológica y educación.

Encargo social

Desde una perspectiva de la psicopedagogía ecológica, el educador no solo enseña, sino que también administra el currículo en el salón de clases, resalta Abarca. Su encargo social consiste en hacer realidad el currículo explícito, que señala lo que se debe enseñar. Se trata de dar sentido, en la realidad del aula, lo que está escrito en un papel.

Para la psicopedagogía ecológica es muy importante que el docente valore la pertinencia, viabilidad y sentido del currículo, para tomar en cuenta las necesidades y características de los alumnos.

Destaca que el proyecto curricular va más allá de los programas de curso y denuncia que en este país el currículo lo definen las editoriales, y se enseña lo que dicen los libros de texto. En muchas ocasiones estos se compran sin criterios académicos, y solo se tiene en cuenta las ventajas que ofrece la editorial, como regalar libros y generar ganancias a la institución, dejando el currículo en el papel.

Adecuaciones

El aula es una diversidad donde hay todo tipo de talentos, de características, y el docente, como profesional, tiene que ver qué hace con ella, indica Abarca. Para la psicopedagogía ecológica no hay dificultades de aprendizaje per se; es decir, no existe la etiqueta de déficit atencional, que ha recibido diferentes nombres: lesión cerebral mínima, disfunción cerebral, disléxicos. Se trata de un 5% de estudiantes por colegio con alguna dificultad neurológica que complica el aprendizaje.

Abarca afirma que el docente, administrador del currículo, es el responsable de hacer las adecuaciones, tanto para los de ritmo lento, como para los más adelantados, convirtiendo esta tarea en una construcción social. “La Ley 7600 la aplicamos solo a los de ritmo lento, lo que provoca el aburrimiento de los más adelantados”, añadió.

En su concepto la columna vertebral de toda institución educativa es el currículo, y si no se le entiende y se le da vida, el docente realmente no estaría haciendo nada.

Currículo oculto

En el salón de clase se da una serie de redes ocultas que tiene que ver con depositaciones, vínculos inconscientes, modelos, valores y creencias que conforman un currículo oculto que dista mucho de lo que debe enseñarse. Según Abarca los docentes realizan una serie de depositaciones en los padres de familia, de modo que no se sabe si los progenitores están otra vez en la escuela o colegio.

Se pregunta, ¿por qué los docentes depositan en los padres de familia la tarea del aprendizaje? Si bien reconoce que éstos tienen una tarea educativa que realizar, no es la de enseñar estudios sociales, ciencias o matemática. Agrega también que los estudiantes hacen depositaciones en las figuras de autoridad, diciendo que el profesor no les enseñó, no supo explicar y por eso no aprendieron.

Al problema anterior también contribuye el hecho de que en el aula se crea una serie de vínculos inconscientes, como el caso de profesores y profesoras que hacen las veces de padres, o de docentes que reproducen modelos de profesores que detestaban convirtiéndose en torturadores al reproducir conductas inconscientes.

A la psicopedagogía ecológica le interesa estudiar los valores y las creencias que los docentes transmiten en el salón de clases, el tipo de modelo que representan para los estudiantes, así como los aspectos ideológicos y políticos que se dan en todo currículo oculto, y que deben discutirse. “No existe la neutralidad pedagógica, por lo que el docente no puede jugar de neutral”, afirma Abarca.

Microcultura

Todo proceso de enseñanza ocurre en una microcultura, donde se dan mediaciones culturales, económicas y políticas que favorecen u obstaculizan el aprendizaje. La microcultura puede ser un espacio de encuentro o de desencuentro entre el que enseña y el que aprende, o los que aprenden entre sí.

Nuestra tarea como docentes –resalta Abarca- es “la búsqueda permanente de espacios para organizar la experiencia de aprendizaje, para crear significados comunes, para construir diálogos, debates y para que las discrepancias puedan discutirse. A nadie podemos delegar esas funciones. Somos responsables de supervisar esos procesos, de evaluarlos y de tomar las decisiones pertinentes”.

Señala que el encargo social de los estudiantes es muy fuerte, pues tienen la responsabilidad de aprender y eso no se le puede delegar en nadie.

En relación con la tecnología –explicó- no se puede sustituir la propia incapacidad por recursos audiovisuales, tecnológicos o informáticos. “Estos recursos los podemos usar solo cuando no hay ninguna otra forma de enseñar mejor”.

No menos enfática fue en relación con el método. “Este no debe privilegiarse sobre la rigurosidad de los contenidos. Se puede tener el mejor de los métodos, pero profesores que no manejan contenidos; contar con recursos novedosos, pero estar enseñando un contenido desactualizado. Debemos garantizar que los contenidos tengan sentido y estén ligados con la vida cotidiana”.

Si bien es cierto que los educadores pueden perpetuar los intereses de los grupos dominantes, no es menos cierto que ellos pueden promover la sospecha y crear nuevas comprensiones de la realidad y de la historia, concluyó Abarca.



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