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Terrorismo y elecciones • España canaliza su política hacia la Unión Europea Grettel Paniagua Varela* El Partido Popular, del ex-Presidente José María Aznar, perdió, además del gobierno, 35 escaños en el Congreso y la mayoría absoluta de la cual había gozado hasta entonces. La causa: el oficialismo –en la figura de Aznar- fue un aliado fiel de Washington durante su intervención en Irak, y durante cuarenta y ocho horas después del atentado de Atocha, en Madrid, mantuvo un argumento que poco a poco caía por su propio peso: el grupo ETA, símbolo de terror y muerte en toda España, fue el responsable de la muerte de decenas de ciudadanos en los trenes madrileños. Pero la sociedad civil pasó la factura al Gobierno en las elecciones; éste último fue acusado por algunos corresponsales de noticias extranjeros de presionar a los medios para que difundieran la responsabilidad del grupo vasco ETA. El terrorismo islámico, que paulatinamente recrudece en sus ataques a los aliados de Estados Unidos, despertó de un mutismo de algunos meses y otra vez preocupa a las autoridades de países como Gran Bretaña, Australia, Japón y la misma España. No dudemos del nerviosismo que hoy reina en Washington: la olla de presión que es Irak empezó a despedir vapores de muerte. Todo esto parece un triste reflejo del libro El choque de las civilizaciones, de Samuel Huntington. En España se produce un fenómeno que desde hace algunos años viene irritando a Europa, cual es que ante los desaciertos de los gobiernos los ciudadanos fijan sus esperanzas –y sus votos- en gobiernos socialistas, en la derecha, o peor aún, en la extrema derecha. A la vista están los ejemplos de Austria y Francia. Hasta hoy, la experiencia de España refleja aspectos muy positivos. El nuevo regente español, José Luis Rodríguez Zapatero, viró el timón en la Península Ibérica y proclamó la ruptura de su apoyo a Washington. España enfrenta un escenario psicológico y político muy particular que le permite ayudar a que Europa, junto con la ONU, asuma un papel roactivo y civil en Irak, sobre las huellas de un territorio marcado por la beligerancia. Esta permuta de política no les conviene en absoluto a la Casa Blanca, Londres y Varsovia, principales adeptos de EEUU en Irak. El carácter firme de España respecto de unirse al eje franco-alemán, y afirmar la rápida emisión de la Constitución Europea, es un golpe duro para Polonia. Los polacos se arriesgan al aislamiento en su tentativa de cambiar las reglas de juego de la Unión Europea. España ha trasfigurado por completo el panorama político internacional y los juegos de poder entre Washington y Bruselas; la balanza se inclina cada vez más a favor del viejo continente. Si España no pudo sostener la autoría de ETA en los atentados, los norteamericanos tampoco pudieron hacerlo con la necesidad de ocupar Irak. Ahora, parece que los islámicos fundamentalistas con sus actos de terror van logrando el objetivo: minar el apoyo a Bush y persuadir a sus aliados de que el uso de fuerza sólo genera más violencia, nunca una solución efectiva a los problemas internacionales. *Estudiante Relaciones Internacionales, UNA. |
 
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