Venezuela en crisis: el dolor de los extremos

Carlos Cascante Segura (*) para CAMPUS chcsmrree@gmail.com

El 5 de marzo de 2013 se anunció la muerte de Hugo Chávez Frías. Este hecho marca el inicio de una nueva etapa para la sociedad venezolana. No obstante, el sello de esta nueva etapa no sólo se encuentra marcado por la ausencia del polémico pero carismático líder de la izquierda latinoamericana. A la muerte de Chávez deben sumarse la reducción del precio de petróleo (cuyos costos al alza permitieron a la Venezuela Bolivariana tener una agresiva política internacional durante una década), la desaceleración de la economía de Rusia y China (sus dos principales socios y prestamistas) y la consolidación y articulación - al menos parcial - de la oposición al régimen chavista.

En efecto, el ascenso desde finales de la década de 1990 de los precios del petróleo permitió a los gobiernos de izquierda que llegaron al poder durante esos años iniciar una agresiva política social. En el caso del chavismo esta política permitió consolidar una base electoral, mediante la cual fue capaz de ganar procesos electorales durante 15 años. No obstante, el ciclo económico debilitó las capacidades del gobierno bolivariano, lo que se unió a la división interna del chavismo tras la muerte de su líder. En la medida que la presión se hizo más intensa, el ala moderada que representaba presidente Maduro tuvo que endurecer su discurso y sus acciones para asegurar el apoyo del grupo más duro, liderado por Diosdado Cabello, y así sostenerse en el poder.

La derrota en las elecciones parlamentarias del año anterior reflejaron por una parte los componentes estructurales señalados y la decisión de los mandos militares de no interponerse en el juego político. Las elecciones expusieron, asimismo, con menos crudeza por el triunfo, las divisiones de la Mesa de la Unidad Nacional (conjunto de fuerzas opuestas al chavismo), donde el ala más extrema logró imponer su agenda por sobre los cuadros más moderados. Lo que llevó a ocupar la presidencia del Congreso a Henry Ramos Allup, un férreo opositor al Ejecutivo y quien forma parte del ala más agresiva de la oposición.

La polarización ha llevado a una disputa abierta en que se utilizan armas del sistema político para debilitar a la contraparte. El llamado del presidente Maduro a desconocer el Congreso y el proceso de referendo revocatorio del mandato presidencial impulsado por la mayoría parlamentaria son ejemplos este modus vivendi. Desde esta perspectiva, mientras que la oposición presiona al Consejo Nacional Electoral (cuyos integrantes fueron escogidos por el gobierno) para iniciar el proceso de referendo revocatorio, mediante marchas en los primeros días junio, el gobierno acusa a la oposición de la falsificar firmas. En esta línea, se pretende iniciar un procedimiento de validación presencial de firmas, cuyo inicio aún constituye una incógnita. La duración de este proceso es clave para ambas partes, pues si este se realiza antes del 10 de enero de 2017, se convocarán a nuevas elecciones presidenciales. Sin embargo, si se realiza después el vicepresidente asumiría el tiempo restante del periodo presidencial.

Igualmente, los aparatos de ambas partes utilizan la conflictividad social como un medio de presión útil, sin que importe mucho las consecuencias humanas de esta estratagema. En esta línea, según reporta el Observatorio Venezolano de Conflictividad Social, durante enero, febrero y marzo de 2016 se produjeron 1556 protestas en todo el país. Estas respondían no solo a la exigencia de derechos políticos, también expresaban una serie de faltantes económicos como vivienda, servicios básicos y abastecimiento alimentario. La carencia de estas condiciones básicas ha llevado a que, según datos del mismo Observatorio, en el primer semestre del año se han producido al menos 170 saqueos en todo el país.

Un ejemplo del debilitamiento del aparato estatal se produjo en abril cuando el gobierno llegó a decretar que los funcionarios públicos laborarían solamente dos días al menos durante dos semanas para contribuir a la reducción del gasto energético. Esta incapacidad se expresa también en los problemas de abastecimiento alimentario que afectan a las clases más carenciadas de la población. Actualmente, Venezuela enfrenta una inflación de un 180 por ciento para 2015, un déficit fiscal de un 17 por ciento y un recorte del 80 por ciento en alimentos básicos y medicamentos.

Este enfrentamiento también se juega en el campo internacional. El gobierno ha indicado en reiteradas ocasiones la intervención de los Estados Unidos en la política venezolana, la oposición ha llamado la atención sobre la participación cubana en la toma de decisiones. Lo cierto es que la coyuntura económica debilitó las alianzas que Venezuela construyó en la última década y media. Además, algunos de sus socios tradicionales han dejado la silla presidencial en el último lustro y otros experimentan momentos de incertidumbre en relación con su futuro.

De tal manera, la MUD ha recurrido a la movilización de figuras claves que han tenido enfrentamientos con el chavismo, entre ellos el actual secretario general de la Organización de Estados Americanos, Luis Almagro, quien tras fuertes enfrentamientos verbales con el gobierno venezolano, elaboró un duro informe con miras a la convocatoria de una reunión del Consejo Permanente de la OEA y la aplicación de medidas multilaterales a Venezuela, fundadas en la Carta Democrática Interamericana. El Consejo Permanente integrado por todos los miembros de la organización constituirá un escenario de la división de ideológica del continente en los últimos años. Un escenario útil para desacreditar, aún más si cabe, al régimen y presionar la salida mediante el referéndum revocatorio.

A la fecha en que se terminan de escribir estas líneas la crisis venezolana sigue sin presentar una ruta de salida. Sea cual sea el resultado, las heridas provocadas por el enfrentamiento tardarán en sanar, las estructuras del poder impuestas en los últimos 15 años se mantendrán por otros tantos. Asimismo, las divisiones de la oposición se tornarán más evidentes en la medida que el proceso para retomar el poder perdure, o bien, cuando tengan la difícil tarea de asumir el gobierno.

(*) El autor es director de la Escuela de Relaciones Internacionales-UNA

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    Julio 2016 - Año XXVI # 277

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